Galicia es tierra de magia, de meigas y bruxas. En sus aldeas y bosques se esconden miles de leyendas que desafían el paso del tiempo de forma inexorable. Pero hubo un tiempo en que esa bella tierra se vio aterrorizada por algo mucho peor que las brujas. Un simple buhonero sembró el terror en el corazón de los gallegos al convertirse en el primer caso de licántropo en España.
¿Y que es la licantropía? Por definición, es la capacidad mitológica que tiene un hombre de convertirse en lobo o licántropo. A lo largo de la historia se han dado muchos casos de licantropía. Y uno de ellos tiene nombre y apellido español. Manuel Blanco Romasanta, el hombre lobo de Allariz.
Manuel Blanco Romasanta, nacido en la aldea de Regueiro de Esgos, en Orense el 18 de noviembre de 1809) era un hombre de poca estatura (media 1,39) de rasgos suaves y dotado de una gran inteligencia para la época puesto que sabía leer y escribir. Al no ser aceptado para trabajar en labores del campo, Romasanta comenzó a trabajar de buhonero viajando de un lado a otro por tierras gallegas vendiendo pliegos de cordel, herramientas de costura y demás baratijas.
En 1831 conoció a la que más adelante sería su esposa Francisca Gómez Vazquez, de la que enviudaría varios años más tarde. La muerte de esta y el que no le diera descendencia provocó en el una profunda vocación cristiana.
Acusado por el asesinato de un alguacil, este se vio obligado a abandonar su hogar y vivir en solitario rodeado de algunos animales de granja durante casi un año. Puede que entonces, en esa soledad tan extrema, se despertara en el una bestia que ni el mismo fue capaz de dominar.
Eran tiempos difíciles. El hambre hacía acto de presencia y cada vez más eran las mujeres las que en un acto desesperado abandonaban sus casas y sus vidas en busca de algo mejor. Y aquí es donde Romasanta encontró caldo de cultivo para sus macabros crímenes. Las primeras victimas fueron Manuela García y su hija Petra. Eran de Rebordechao, en la sierra de San Mamede y próximo a Allariz. Subsistían como buenamente podían, pero la madre desde hacía algún tiempo sabía que la única posibilidad de supervivencia era buscar en otro lugar una forma nueva de vivir. Pero no se había atrevido a aventurarse. Muchos eran los peligros que ocultaban esos bosques.
Pero Romasanta era un hombre amable, comprensivo e incluso tenia una gran labia. Convenció a esta mujer para que emprendiera el viaje, que conocía un lugar donde tanto ella como su hija tendrían muchas posibilidades. Ese viaje a ese paraíso prometido se convirtió en su pasaporte a la muerte, tanto para ella como su hija.
Nadie sospechó de que aquel hombre cometiera ningun mal. Pero la bestia ya estaba liberada.
El viaje era peligroso, pero Romasanta era un tipo experimentado. Había viajado continuamente y era conocedor de atajos. Eso las convencía.
Y al volver a Allariz alardeaba de como el viaje transcurrió sin problemas. Tanto es así que más personas se lanzaron a la aventura de cambiar de vida. Benita García Blanco (hermana de Manuela), su hijo Francisco, Jose Pazos, Antonia Rúa y su hija Peregrina, María Dolores, Josefa…una lista interminable de victimas.
Pero fué entonces cuando también empezaron a surgir las sospechas. No enviaban cartas para saber si estaban bien, no se volvía a saber nada de ellos. Por lo tanto todas las miradas se tornaron en torno a Manuel Blanco Romasanta, que lejos de confesar, huyó y con ello firmó su sentencia.
Fué apresado en Toledo y cuentan que apenas ofreció resistencia, derrumbándose en el acto y confesando que esos asesinatos no los realizaba de forma voluntaria. Argumentó ser victima de una vieja maldición familiar :
«La primera vez que me transformé fue en la montaña de Couso. Me encontré con dos lobos grandes con aspecto feroz. De pronto, me caí al suelo, comencé a sentir convulsiones, me revolqué tres veces sin control y a los pocos segundos yo mismo era un lobo. Estuve cinco días merodeando con los otros dos, hasta que volví a recuperar mi cuerpo. El que usted ve ahora, señor juez. Los otros dos lobos venían conmigo, que yo creía que también eran lobos, se cambiaron a forma humana. Eran dos valencianos. Uno se llamaba Antonio y el otro don Genaro. Y también sufrían una maldición como la mía. Durante mucho tiempo salí como lobo con Antonio y don Genaro. Atacamos y nos comimos a varias personas porque teníamos hambre.

Manuel Blanco Romasanta, CAUSA Nº 1778: CAUSA CONTRA HOMBRE LOBO, JUZGADOS DE ALLARIZ (ORENSE)»
Los guardias no daban crédito a lo que veían mientras Romasanta recreaba los asesinatos de sus víctimas. Se encontraban restos de ellas por los bosques. Licántropo o no, Romasanta demostró ser una bestia que no tuvo piedad con las victimas. Fue acusado de asesinato y licantropía, y condenado a morir por garrote vil. Pero la Reina Isabel II hizo que se modificara la sentencia a cadena perpetua, condena que cumplió en Ceuta, donde falleció en 1863 a causa de un cáncer de estomago.

Cuenta la leyenda que aún el Allariz, cuando el viento sopla entre los árboles, puede escucharse los aullidos de Manuel Blanco Romasanta, el hombre lobo de Allariz.

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